Conversación con Víctor Sombra sobre su nueva novela, A doble ciego (Random House, 2023)
Víctor Sombra, un autor ya presente en LíbereLetras, acaba de publicar A doble ciego. Apuntes para un manual de la ignorancia (Random House 2023): “una novela negra sin disparos ni apuñalamientos”, como la ha definido la propia editorial, en la que explora los “delitos sistémicos”, esos en los que participamos todas y todos. En el momento de publicar este post, acababa de lanzarse ya la segunda edición, apenas dos meses después de la primera.
El propio autor había acuñado el término “crowdkilling” en una trilogía de ensayos narrativos publicada en 2021 en la revista digital Ctxt. Para dar cuerpo a este intrigante y estremecedor concepto, Sombra nos adentra en el no menos intrigante ámbito de la industria farmacéutica utilizando como cebo narrativo las tribulaciones de un grupo de jóvenes hackers nórdicos. Aunque no es solo un cebo; Sombra orquesta con maestría una serie de subtramas que enriquecen y matizan el argumento y las tesis centrales de la obra, entre ellas, la de los callejones sin salida por los que se pierde la información y la conciencia social en el universo del Big Data.
Si ya en La quimera del hombre tanque (Literatura Random House 2017) Sombra impresionaba, A doble ciego está generando críticas unánimes en cuanto a la originalidad y a la solidez de su voz narrativa dentro del panorama de la literatura en español. En concreto, Bob Pop lo recomendaba en el programa radiofónico Hoy por hoy: “lo mejor es cómo estructura, cómo cuenta, cómo narra”.
Se ha destacado, precisamente, cómo la novela transita por diferentes géneros narrativos (algo que Sombra cultiva con especial mimo en su obra), sin que por tanto se observen fisuras en el hilo conductor o en la coherencia general de la novela. Con ello consigue hacer sencilla y apasionante la lectura y la comprensión de una trama fundamentalmente compleja, sin comprometer un ápice su acercamiento a la realidad que intenta describir y criticar.
No he visto mencionar en ninguna crítica otro aspecto que a mí me parece esencial en la novela: el autor utiliza la ficción para pintarnos un mundo en el que ya estuviera resuelto el tema del género. En concreto, el personaje principal, Ben es un auténtico crisol de identidades que nos fuerza, al leer la novela, a enfrentarnos con nuestros propios estereotipos, en particular, los que no sabemos que tenemos.
“Cada verdad exige su ficción”, dice el autor en sus agradecimientos. Y quizás esta trama que ha urdido nos sirve, efectivamente para descubrir algunas verdades, personales y sociales, que quisiéramos ignorar. Nos acercamos a su proceso creativo con esta conversación.
Una de las características más originales de tu narrativa es la perspectiva internacional que adopta. ¿Puedes trazarnos el mapa de A doble ciego?
Los dos escenarios principales son, por un lado, Oslo, donde trabajan los “Cuatro Fantásticos” (el grupo de hackers que recibe el encargo de investigar un medicamento) y, por otro, varias localidades de España (Albox, Solsona, Sevilla, Hervás), donde se sitúan en distintos momentos algunos de quienes lo tomaron. En la resolución de la trama la acción se desplazará también a Budapest y Hong Kong.
Oslo, Lleida, Hong Kong, Extremadura, Budapest… Parece más bien una perspectiva “glocal”… ¿el mundo es un pañuelo?
Las acciones que suceden en determinado lugar tienen consecuencias en otros. Lo idiosincrático está perdiendo importancia. A veces, en la novela, no es más que una mera anécdota –como la estampa de la Giralda de Sevilla– o una peculiaridad que los procesos destructivos de la trama utilizan en su provecho, como los gigantes de Solsona. Bajo las dinámicas de la globalización los distintos lugares se parecen cada vez más. Todos nos parecemos cada vez más ante la tecnología, somos cada vez más semejantes frente a las pantallas. Pero estos espacios cada vez más uniformes desde el punto de vista cultural reflejan grandes diferencias en lo que respecta a la generación y transferencia de conocimiento. La dualidad entre el personal sanitario y el paciente, el investigador y el objeto del análisis se refleja en el espacio. Hay un Sur de vacaciones y jubilaciones, pero también de consumidores de tratamientos, que sufre las consecuencias de lo que se investiga y ensaya en el Norte. Investigador e investigado. Sustancia activa y placebo.
Mi impresión es que conoces todos esos lugares de primera mano.
No todos, pero sí muchos de ellos.
En esta nueva novela abordas el tema de la salud y de la industria farmacéutica. ¿Qué te ha motivado a meterte en ese jardín?
Para empezar, me parece que la salud es un reactivo especialmente sensible para revelar las deficiencias y falsedades del sistema en el que vivimos. A fin de cuentas, todos necesitamos cuidados sanitarios y todos podemos sufrir una medicalización excesiva o desviada, guiada por criterios diferentes al de la salud del conjunto de la población. Y desde un punto de vista formal, un thriller sanitario es un artilugio interesante. Tengo la impresión de que las nociones modernas de los sistemas policial y sanitario se han construido en gran medida en paralelo, con numerosos trasvases recíprocos: doctor/detective; agente patógeno, agente criminal; síntomas/pruebas; y siempre ensayos y análisis de ambos lados.
Sin embargo, como ya ocurría en tus novelas anteriores, no abordas el tema desde la perspectiva del yo, ¿o sí?
La novela está construida como una sucesión de testimonios en primera persona. En esta sucesión nadie puede apropiarse por completo de la narración. El conjunto trata de llegar a algo más que la mera suma de testimonios. Esta sucesión de yoes quiere ser a la vez íntima y global.
¿Cuáles son tus referencias literarias? Es decir, si tuviéramos que situarte en una saga, ¿dónde te gustaría estar?
Me gustaría emplazar A doble ciego en la estela de la narrativa de la salud de la que se han dado recientemente ejemplos notables, entre ellos los de Begoña Huerta, Noelia Pena o Elvira Navarro. En algunos de estos textos, como El murmullo, de Belén Gopegui, la ficción se adueña de herramientas propias del análisis médico, como el diagnóstico. La autora llega incluso a acuñar la denominación de una dolencia, el DSL, o desorden silencioso leve. Algo de esto hace A doble ciego, que inventa un medicamento y sus efectos directos y secundarios, así como las circunstancias y laboratorios en que se desarrolla.
La ficción es capaz de poner en contacto dimensiones clave para la salud: la social, la laboral, la familiar. Es capaz, al mismo tiempo, de cerrar el foco para facilitarnos la experiencia del que sufre la enfermedad. La narrativa de la salud cablea la intimidad con la dimensión más amplia de la enfermedad y facilita algo que podríamos llamar, quizá con un punto de presunción, cuidados escritos.
También has mencionado en una entrevista que te habías inspirado en cierto modo de A sangre fría de Truman Capote. Y la verdad es que no puedo evitar situarte como el John le Carré ibérico…
Es curioso que menciones a Le Carré porque cuando salió mi novela anterior, La quimera del Hombre Tanque se dijo que era una ficción política al estilo de Le Carré y DeLillo, algo que no había pensado nunca y que me llevó a reflexionar sobre mi relación con ambos escritores. Al menos para esta serie de novelas criminales me encuentro cómodo en el arco que trazan, más cercano a Le Carré en la peripecia y más atento a DeLillo en las conexiones entre los temas, de un lado, y la estructura y la sintaxis, de otro. En cuanto al Capote de A sangre fría, el tipo de crimen que propone –escabroso, individualista, inexplicable– se toma como un antimodelo en A doble ciego. La leve evocación del título hace referencia a ese emparejamiento antagónico.
En A doble ciego haces una magnífica reflexión sobre la búsqueda de la verdad a través de la escritura, en contraposición o en complemento de lo que llamamos datos, en apariencia más objetivos.
Hay varias dimensiones interesantes en esta contraposición. Por un lado, A doble ciego es una sucesión de testimonios que buscan la verdad –averiguar el paradero de una persona– utilizando la escritura como herramienta. Como se verá, no todos los personajes piensan igual. Frente a la ilusión de la palabra, la confianza que los narradores se van pasando como un testigo, alguien propone que son los hechos, y no las palabras, quienes finalmente decidirán el desenlace de la trama. Las voces se suman unas a otras, se agolpan con entusiasmo o desesperación, pero son los hechos –escuetos e inapelables– quienes «editarán» esas palabras, escogiendo aquellas que se harán realidad.
Sin embargo, la fabulación puede acercarnos a la realidad, ser más verdadera que una crónica o un relato que se quiere apegado a los hechos. De alguna forma, cada verdad precisa de su ficción, es decir, de un modo particular de hacerla aflorar o de vadear la distancia que nos separa de ella. Como decía Emily Dickinson «di toda la verdad, pero dale un giro». Y habría una tercera perspectiva, la combinación de datos y fabulación en el propio tejido de la narración, el modo de combinarlos en ese acercamiento a la verdad.
Esta combinación de datos y fabulación, que se produce en cualquier discurso (y no solo en las ficciones literarias), parece una cuestión esencial en nuestro tiempo. Se diría que en A doble ciego apuestas por asumirla tomando conciencia de su inevitabilidad y de la necesidad de poner de manifiesto la propia subjetividad. ¿Es ese el camino para liberarnos de la posverdad?
De alguna forma, esa podría ser una dirección interesante: cuestionar la verdad como un reflejo absoluto de la realidad. Subrayar la necesidad de la ficción para hacerla aflorar. La verdad no se desvela como una revelación, se construye. Una vez reconocido esto, se trataría, como dices, de poner de manifiesto la propia subjetividad mediante una mayor transparencia del proceso de construcción. Pasa así el foco de la verdad a la honestidad.
Si tuviera que resumir A doble ciego diría que es la trama de una compleja investigación en uno de los ámbitos más ocultos e intrincados de nuestra sociedad, resuelta con la sencillez de un cuaderno de anillas.
¡Me encanta esa descripción de la novela! Con tu permiso, la tomaré prestada.
Volviendo de nuevo al conjunto de tu obra: hay, además de la perspectiva internacional y el enfoque del thriller político, hilos argumentales que unen todas tus novelas y que hacen bastante divertida su lectura, como si con ellos nos hicieras parte de tu mundo de ficción, ¿va por ahí la cosa? ¿O…?
Hay un intento de crear un tiempo narrativo que trascienda cada texto individual, un poco como si importase el argumento en cada caso pero se pudiese registrar algo de lo que nos sucede más allá de cada historia concreta. Creo que ese atisbo de una narración más global nos acerca a nuestra experiencia del tiempo, porque capta esa impresión de que el paso del tiempo nos marca y nos recorre más allá de cada situación o contexto, como si fuera trabajándonos hasta crear una figura más o menos acabada. Esa figura no responde a ningún episodio concreto, sino a una narración más amplia que abarca –pero no se agota en– la suma de todos ellos. Ver a Michal en Canje y verle luego en A doble ciego despierta sentimientos encontrados: ¿se puede admirar su obstinación sin censurar su obsesión enfermiza? ¿Qué ha hecho desde que demostró su competencia, justo antes de su jubilación? Pero también ¿qué ha hecho el tiempo con él? Estos procesos no son individuales, el tiempo nos moldea junto con otros seres y también con su ausencia. ¿Cuánto hay en el último Michal de la ausencia de su viejo compañero Guiramonde?
Hablemos pues de los personajes de A doble ciego. Me ha fascinado Ben. ¿Qué hay más allá del género? ¿Y del estereotipo?
Ben es una joven que se sitúa en una serie de encrucijadas identitarias que tienen que ver con la raza, la cultura, el origen y la vocación, pero también las preferencias sexuales. Ante estos reclamos Ben no busca el repliegue en el origen –la búsqueda tradicional de la autenticidad en el desvelamiento de la raíz– sino que trata de definir su identidad en el horizonte, construirla más que descubrirla. Al plantearse las diferentes encrucijadas, van tomando forma en conjunto, alimentándose unas a otras.
Los nombres que has elegido para los personajes invitan a imaginar un mundo sin género…
Algunos, claramente sí, como Ben, que llega a imaginar que su apodo, que su madre también utiliza con ella, coincide con el nombre de su padre desconocido. En otros casos, que sean nombres poco frecuentes en español, Loke, Dusa, contribuye a crear el efecto que mencionas. Quizá sean los personajes más convencionales –los que están más arraigados en sus roles de género– los que menos tiran de la trama y más se dejan arrastrar por ella.
Y todavía no hemos hablado de este concepto que has acuñado, el crowdkilling…
En el mundo de las plataformas abiertas y las iniciativas colaborativas, el crowdkilling designa los crímenes sistémicos en los que todos participamos. El crowdkilling se perpetra silenciosamente, a la vista de todo el mundo, pero sin que lo percibamos realmente. Se alimenta de todo aquello que ignoramos que sabemos, lo que preferimos no saber. Lo que no queremos reconocer y engrasa los engranajes del sistema.
Ya apuntabas algo en este sentido en la entrevista que te hizo Carmen López para elDiario.es. Creo que es importante que señales esta conexión entre el no querer saber y el crimen sistémico. La tentación es grande de aislar los dos temas, incluso a la hora de analizar la novela, dejando la cuestión en el marco exclusivo de la investigación que guía la trama, y olvidar que “lo que ignoramos que sabemos” es, en realidad, el arma del crimen.
Ahí lo dejo, Lola. Es que no se puede decir de forma más clara y sintética: “lo que ignoramos que sabemos” es, en realidad, el arma del crimen. Esto también lo tomo prestado.
Hay otros “guiños” en A doble ciego que nos haces para aguzar nuestra imaginación social… ¿Qué tiene de performativo el arte de la escritura?
En paralelo a la dicotomía entre los hechos y las palabras, la novela contrapone el lenguaje literario frente al código informático, subrayando el carácter performativo de este frente al declarativo de aquel. Sin embargo, creo que no todas las ficciones son iguales. Hay narraciones que, como algunos medicamentos, cumplen con las palabras que las componen y envuelven –sus prospectos y marcas– y nos provocan determinados efectos. Estas novelas-pharmakon colocan al lector en una tesitura, le trasladan la carga de una expectativa, apelan a que responda o reaccione. Creo que todos hemos tenido alguna vez esta experiencia de la lectura que instiga y moviliza.
¿La novela es un arma cargada de futuro?
Sí.
¿Y si cambiáramos la palabra “arma” por otra más pacifista y ecológica?
¿Un medicamento?
Muchas gracias, Víctor.
Puede leerse un fragmento de A doble ciego en la web de Random House.
Muy buena entrevista. Invita a conocer al autor.
Interesante entrevista, en la que el autor nos acerca a la obra, dándonos muchas pautas de su estructura novedosa, suscitando mucha curiosidad por leerla.